Diego Emilia Redolar, docente en la Universitat Oberta de Catalunya, lleva años estudiando cómo el cerebro gestiona las emociones y qué papel tiene la risa en ese proceso.
Reconoce que “entrenar el humor es complicado porque es una respuesta innata y emocional. Sin embargo, garantiza que comprender los mecanismos que lo activan ayuda a potenciarlo.
Lo que ocurre en el cerebro cuando reímos
Las investigaciones sobre el humor demuestran que la risa involucra distintas áreas cerebrales relacionadas con la emoción, la empatía y la memoria. Redolar explica que “si lo experimentamos, esto redunda positivamente en experimentarlo después con mayor intensidad”. Es decir, cuanto más se ríe una persona, más se refuerzan las conexiones neuronales asociadas al bienestar.
Desde la neurociencia se ha visto que las neuronas espejo, responsables de que las emociones se contagien, hacen que la risa compartida genere un efecto expansivo de alegría y relajación. Esa activación sincronizada ayuda a aliviar tensiones y a mejorar la convivencia en entornos de trabajo o familiares.
El propio Redolar recuerda que la risa no solo es un acto social, sino una descarga emocional que permite equilibrar los circuitos del placer. Por eso, recomienda mantener espacios donde la risa fluya con naturalidad, como reuniones informales o actividades creativas.
Cómo mejorar el sentido del humor
El sentido del humor, según Redolar, está profundamente ligado a la empatía. Afirma que “el ser capaz de ponerte en el lugar del otro y también de reírse de uno mismo se ha relacionado con diferentes capacidades dentro de la cognición social”. Comprender la ironía o la broma exige interpretar las emociones ajenas y anticipar las reacciones de los demás.
Añade que “la cognición social es un ámbito que en neurociencia se está estudiando mucho”. En este campo se analizan las funciones cerebrales implicadas en la interacción humana, y el humor aparece como una de las manifestaciones más complejas de esa habilidad.
Cuando alguien se ríe de sí mismo, demuestra flexibilidad cognitiva y una mejor regulación emocional. Esa disposición favorece la empatía y mejora la comunicación interpersonal, especialmente en momentos de tensión o desacuerdo.
La risa como herramienta de bienestar
En la Universidad de Stanford, la doctora Gigi Otálvaro ha trasladado ese enfoque científico al ámbito educativo. A través del curso Laughter & Play for Wellbeing, ha comprobado que la risa puede influir en la concentración y el estado de ánimo de los estudiantes. Explica que “después de participar en el curso, que incluye ejercicios de risa, muchos estudiantes dicen que son más productivos y que viven con más presencia, alegría e intención”.
Sus clases incluyen prácticas de respiración y movimientos que provocan la risa sin necesidad de estímulos externos. Otálvaro señala que “la risa aporta oxígeno al cerebro y activa la liberación de hormonas antiestrés que permiten funcionar con más eficacia y alegría”.
Los estudios de Stanford confirman además que reír disminuye los niveles de cortisol y mejora la memoria. Incluso en personas mayores, anticipar una situación graciosa puede reducir el estrés y reforzar la capacidad cognitiva.
Por qué no se puede enseñar del todo el humor
Redolar advierte que, aunque el humor puede potenciarse, tiene una base emocional que no se puede fabricar. Sin embargo, considera que exponerse a entornos alegres y a interacciones positivas estimula el cerebro para generar respuestas más abiertas y relajadas.
Las experiencias con otras personas, como los ejercicios de risa o las actividades lúdicas, actúan como entrenamiento indirecto para el sistema emocional. A largo plazo, esa exposición facilita que las personas respondan con mayor cintura ante los contratiempos.
Además, señala que, igual que el cuerpo se fortalece con la práctica física, el cerebro también aprende a liberar sustancias asociadas al bienestar cuando la risa se convierte en una experiencia frecuente.
(Fuente: sobrevivirtv.com).
"Crear, pensar y vivir con humor".