Entrevista a Aramís Quintero

Pepe Pelayo
Creador y estudioso de la teoría y la aplicación del humor.
Aramís Quintero

Al humor, como trabajo creativo y artístico, siempre se le ha subestimado

A Aramís Quintero, a pesar de ser coterráneos y estar trabajando en cosas afines en la misma ciudad, lo vine a conocer en el Primer Festival de Cine Latinoamericano de La Habana. Fuimos como delegados por Matanzas. Él por el departamento de Cine de Cultura y yo como presidente de los Cine-Club de la provincia. Nos ubicaron en la misma habitación del hotel. Amaneciendo el primer día, me levanté muy temprano para ir al baño y al pasar por el lado de su cama, me fijé que en su mesita de noche tenía un libro de poemas de Ernesto Cardenal. Me atreví a hojearlo y sin llegar al final, escuché la voz de Aramís que me decía algo así como “¿te gusta la poesía?”. Mi respuesta fue “leo poca poesía” Y agregué: “¿te gusta la poesía de Omar Khayyam?”. No pude saber nunca por qué le pregunté eso. Quizás porque fue el último poeta que había leído, no sé. Entonces Aramís, extrañado y pensando que yo era un mentiroso y descarado, me dijo: “¿Por qué leíste mi poema?”. Yo no entendí nada en ese momento. Después lo aclaramos. Resulta que Aramís, al regresar esa noche al hotel, se inspiró y escribió en un papelito un poema donde mencionaba a Omar Khayyam. Dobló el papel y lo colocó al final del libro de Cardenal. Pero yo juro que ni siquiera vi ese papelito, porque hojeando no llegué al final. Fue algo extraño lo que sucedió, porque Khayyam no es alguien tan conocido y popular como para estar mencionándolo y menos alguien que no lee con asiduidad poesía como yo. En fin, ese hecho “misterioso” nos unió y nos convertimos enseguida en grandes amigos.

Después la historia es más conocida. Al darnos cuenta de lo parecido de nuestros sentidos del humor, junto al gran amigo Moisés Rodríguez creamos el grupo de humor literario y gráfico “Tubería de Media Pulgada". Y después fundamos el grupo de humor escénico “La Seña del Humor de Matanzas”.

En La Seña escribíamos juntos los guiones, hacíamos la dirección artísticas, la dirección de actores, los diseños de luces y audio y actuábamos casi siempre formando una pareja de humor por contraste. Diferencias de estaturas; además, él grave y solemne y yo todo lo contrario.

Y por último, la vida nos acercó más al ser contratados ambos por Televisión Nacional de Chile, para escribir los últimos 60 capítulos del programa “Pin Pon” de Jorge Guerra y quedarnos a vivir en este país.

Por ello, además de ser un honor entrevistarlo, es muy placentero.

Comienzo...

PP: Siempre fuiste un respetado poeta, un laureado literato. De pronto te entregas a la creación humorística, primero aficionadamente y enseguida de forma profesional. ¿Eso vino a desordenar tu vida? ¿A remover un poco tus metas y ambiciones? ¿En qué te cambió?

ARAMÍS: No recuerdo ninguna sensación de desorden o trastorno, al contrario, recuerdo esa etapa como muy estimulante. Ya antes de La Seña, cuando tú y yo comenzamos a hacer cosas de humor, recordarás cómo nos divertíamos. Y luego La Seña quizás incidió en mi desarrollo literario, por el trabajo con los libretos, la creación de diálogos, situaciones, etc. Siempre tuve claro que los textos eran esenciales para el humor que queríamos hacer, y lo tomé en serio. Ese tipo de humor, y el nivel que queríamos lograr, se basaban ante todo en los textos. Eso me exigía mucho, y me estimulaba. Aunque también es cierto que me quitó mucho tiempo que pude haber dedicado al trabajo literario y a lecturas que me hubieran venido muy bien en esa época.

PP: Claro que recuerdo lo mucho que nos divertíamos. A veces, creando en los sillones de tu casa teníamos que parar el trabajo por estar, literalmente, llorando de la risa.

Pero más allá de lo divertido que fuese para ti hacer humor, ¿qué importancia le das al humor en tu trabajo y en tu vida?

ARAMÍS: Para mí tiene una importancia de primer orden. Ya sabemos que al humor, como trabajo creativo y artístico, siempre se le ha subestimado. Recuerdo que al principio alguna gente que me conocía como escritor no entendía que yo me dedicara a hacer “gracias” en escena. Pero a mí, cuando niño, me gustaban mucho La tremenda corte y otros programas humorísticos de radio y TV. Y luego me sedujo el humor que hay en grandes escritores como Cervantes, Chejov, Chesterton, Eca de Queiroz, Umberto Eco, y otros. Y en un mimo como Marcel Marceau. Y desde luego en grandes figuras del cine. Yo sentí claramente que el humor es una dimensión humana esencial, un factor de equilibrio en la visión que se tenga de la vida, y del arte. La falta de desarrollo y estímulo de esa dimensión, es algo grave, es una seria mutilación del espíritu. No concibo una vida sana sin humor. Y en cuanto a mi propio trabajo literario, el humor ha sido frecuente, no sólo en mis libros para niños sino también en los de adultos.

PP: Totalmente de acuerdo. Pero sigo: tu trabajo en La Seña del Humor se divide en dos partes: antes de 1992 y después de ese año. ¿Cuáles fueron las diferencias creativas? ¿Disfrutaste más, o menos, esa segunda etapa?

ARAMÍS: La segunda etapa me obligó a trabajar mucho más en todo lo que hace falta para llevar las ideas a un escenario, lo cual me significó un mayor desarrollo personal. Pero fueron tantas las adversidades, que no lo pude disfrutar como antes. La primera adversidad fue que yo volví solo de nuestro viaje a Chile. Nuestra complicidad y apoyo mutuo para todo lo de La Seña, se acabó. El tiempo de diversión que tú y yo compartíamos inventando números y espectáculos, se acabó. Y ya sabes la historia, el grupo se fue desintegrando. A todo el mundo le iba de mal en peor, y la gente de La Seña no fue una excepción. Llegamos a quedar sólo cuatro, luchando contra viento y marea, como decía Popeye que decía Simbad. Ya no teníamos apoyo para nada (transporte, producción, divulgación, etc.), y ganábamos una miseria. Con decirte que una vez el pago de una actuación consistió en una bolsa de leche. (Y bien que nos vino). Y la última vez, no nos pagaron. Por supuesto que no lo disfruté igual. Imagínate, tuve momentos en que lo hubiera mandado todo al diablo, de haber podido. Bueno, fue lo que hice al final.

PP: A pesar de tantas penurias, sé que La Seña continuó su trabajo sin perder su estilo y llenaron el Tatro Sauto como siempre. En eso me tengo que quitar el sombrero ante ti y ante Moisés, Leandro y Adrián por sobrevivir en esos duros años 90 y más encima en provincia, después de haber tocado el cielo en Cuba en los años 80.

Pero quisiera que desde tu perspectiva, separándote en lo posible de tu parcialidad al ser fundador, coguionista, comediante y codirector artístico hasta 1992 y guionista, comediante, director artístico y general hasta el año 1999, me resumas los logros de La Seña, su aporte, su impacto en la sociedad cubana.

ARAMÍS: Esa pregunta es muy amplia. A eso me referí en mi historia del grupo, La Seña del Humor de Matanzas, publicada en Amazon. En resumen, La Seña marcó un antes y un después en la mirada sobre el humor escénico en Cuba, en las formas de hacer, en el espíritu de ese humor, incluso en las expectativas del público. El público aprendió a esperar algo muy distinto de lo que era una comedia de costumbres, por ejemplo, o un cuenta-chistes, o un imitador, por mencionar tres formas muy conocidas. Aprendió a sorprenderse, a esperar cualquier cosa. Fue un gran cambio de códigos. Y bueno, parcialidad aparte, me remito a los hechos: lo que se ha llamado “nuevo humor cubano”, en la escena, comenzó a partir de La Seña, en enero de 1984.

Por otra parte, muchos números de La Seña eran no sólo humorísticos sino también lindos, tú recuerdas cómo disfrutábamos eso al crearlos, y luego en el montaje. Creo que nuestro grupo se distinguió por ese vuelo artístico. Con unos músicos y un diseñador tan buenos como los nuestros, podíamos hacer en escena lo que quisiéramos, con gracia y belleza.

PP: Ni me hables de eso. Yo aún babeo recordando cada uno de los números nuestros. ¡Me enorgullece tanto ese trabajo! Pero ahora dime, ¿te hubiera gustado que la Seña hubiera seguido como iba en 1991? ¿Te hubiera gustado ampliar el trabajo del grupo, al tener buenos creadores en otras manifestaciones artísticas? ¿Te hubiera gustado que se hubiese proyectado internacionalmente?

ARAMÍS: En 1991 hicimos el espectáculo Cinemaseña, donde sólo trabajamos cuatro miembros del grupo. En esa reducción incidieron distintos problemas, seguramente lo recuerdas. Fue un espectáculo novedoso, muy gratificante en lo artístico, y por su éxito de público, que fue el de siempre. Pero, contestando tu pregunta, yo hubiera querido que La Seña siguiera como iba en 1989, digamos, antes que los problemas se agudizaran. Me hubiera gustado seguir haciendo lo que hacíamos, cada vez con mayor exigencia creativa, con números tan elaborados como “La fuga”, que presentamos en 1990. Y quizás, eventualmente, hubiéramos incluido otras manifestaciones artísticas, no sé. De hecho, en Cinemaseña usamos el cine, ¿no? Creo que hubiéramos podido hacer muchas cosas. Y una proyección internacional, que tanto queríamos, nos hubiera ayudado mucho quizás. Pero los hados no lo quisieron así. Recuerda que nos mandaron invitaciones que quedaron sepultadas en las oscuras gavetas de los hados.

PP: ¡Cómo no me voy a acordar! Ahora te consulto una duda que varios admiradores de nuestro grupo me han hecho: ¿el humor de La Seña funcionaría en estos tiempos en Cuba?

ARAMÍS: No lo sé. Pero no lo descarto. Cuando La Seña comenzó, unos cuantos profetizaron que ese humor no iba a funcionar, que el terreno no le era propicio. Y tenían sus razones. Ahora también podría haber razones en ese sentido, pero dudo que serían definitivas. Un humor como el de La Seña es flexible, lo mismo en cuanto a temas que en cuanto a formas y niveles. Puede tener un público masivo, o más selectivo. El humor de La Seña, con tanto juego, y tanto absurdo y humor blanco, encajaba muy bien con el modo de ser del cubano, eso fue decisivo en la aceptación inmediata del público, y ahora podría ocurrir lo mismo. En fin, si fuera posible, la experiencia diría la última palabra, tal como la dijo en los años 80.

PP: ¿Sabes que en la página de Facebook de La Seña escribe mucha gente pidiendo que nos volvamos a reunir? ¿Ves eso posible desde el punto de vista práctico de los miembros y de si vale la pena hacerlo?

ARAMÍS: En la práctica no me parece posible. Al menos, no todo el grupo. Ya perdimos a Miguelito, y a Lueje, nuestro productor. Y el resto sigue siendo numeroso y difícil de reunir. Quizá tres o cuatro. ¿Que si vale la pena? Bueno, valdría la pena si esos tres o cuatro pudieran preparar, a distancia, una presentación que valiera la pena. Eso es lo más difícil, y si artísticamente no vale la pena, entonces la reunión no vale la pena, excepto para vernos y darnos un abrazo, cosa que siempre vale la pena.

PP: Salgo del tema “Señístico”. Para ti, ¿existen diferencias entre el humor cubano actual y el que se hizo en los años 80?

ARAMÍS: Lo que sé del humor cubano actual es muy fragmentario, no te puedo decir mucho. Pero ya a finales de los años 90 vi que ganaba terreno un humor bastante distinto, más alejado del teatro y más cercano a la TV comercial y a los espacios de diversión más comunes. El humor de los años 80 en Cuba fue un caso de conjunción astral irrepetible: se pensaba en el teatro, sin otro rating que la risa inmediata del público. En buena medida se hacía humor blanco, cosa muy significativa. No prevalecía el interés comercial, tú sabes, el único interés predominante se daba en términos de ingenio y arte. Las diferencias las determinaba el talento, la creatividad. Y el público era parte del fenómeno astral, porque, aunque en el fondo diferenciaba los niveles creativos, los acogía a todos por igual. Todo el mundo tenía cabida. No sé de nada parecido en ninguna otra parte.

PP: Y para seguir con las comparaciones, ¿puedes decirme las diferencias entre el humor cubano y el chileno, ya que conoces bien a ambos?

ARAMÍS: Esa sería una comparación muy laboriosa. Y si la quiero hacer más simple, la falsifico. No voy a dármelas de antropólogo ni de sociólogo ni de psicólogo. Conozco el humor escénico cubano de los 80 y el humor chileno televisivo de ahora, pero ahí no hay términos de comparación. Conozco el humor radial de La tremenda corte, pero no conozco nada comparable en Chile. Pienso que el humor cubano tiene una historia más amplia y diversa en cuanto a formas y niveles artísticos. También sé que en la TV chilena de años atrás hubo espacios humorísticos más elaborados artísticamente que los de ahora. Creo que los de ahora son como los que hay en la TV de cualquier parte: improvisados, gruesos, facilistas, por momentos groseros, y muy limitados a lo contingente. Y si de repente hay un relámpago de vis cómica, aleluya. Fuera de la TV se puede encontrar algo mejor, pero excepcional. Y lo que no está en TV, como que no existe. En Chile hay actores y actrices de nivel, que podrían hacer muy buen humor, pero, en la práctica, aquí el humor no tiene la consideración que ha tenido siempre en Cuba.

PP: Ahora me amplío a Latinoamérica. ¿Qué piensas del cambio que ha sucedido en este Continente al ponerse tan de moda el stand up comedy, desplazando un poco o mucho el teatro humorístico tradicional?

ARAMÍS: Bueno, los talentos personales se imponen, como siempre. Con cualquier formato. Pero el formato del stand up comedy facilita el facilismo, la improvisación, y cualquiera puede creerse capaz de hacerlo bien. Ahí no hay otra cosa que la gracia personal de quien lo haga, y la calidad que tenga su texto. Y aparte de esos dos factores, ante cualquier presentación cabe preguntarse: ¿hay un trabajo eficaz con el texto? ¿Qué exigencia artística hay en juego? Como tú sabes, en este formato no hay que interpretar un personaje, no se requiere una actuación. Pero hay que decir un texto. Y decir un texto con eficacia y nivel humorístico, es un reto. ¿O no? Si la gente se ríe simplemente de una vulgaridad o la burla de una figura pública, eso por sí solo no habla bien ni del texto, ni de quien lo dice. Ni del público.

PP: Pero, lamentablemente, es lo que está sucediendo con frecuencia. Ahora me extiendo aún más y abarco el mundo entero. ¿Ha bajado el nivel cualitativo del humor en todas las manifestaciones artísticas en estos tiempos? ¿En todas las artes en general ha pasado lo mismo?

ARAMÍS: No puedo abarcar tanto. Pero creo que se siguen haciendo muy buenas cosas en los distintos lenguajes, a cada rato veo alguna. El problema es la masificación que hay en todo. Una masificación más aplastante que nunca, y ya sabemos la relación entre masividad y calidad. Sí creo que el nivel del humor televisivo lleva ventaja desde hace mucho tiempo en eso de rodar y rodar, como dice la canción mexicana. Mucho tiempo rodando hacia el abismo, y no para.

PP: Entonces dejo el mundo y me centro en ti. ¿Estás consciente de que eres una figura muy destacada en la historia del humor cubano, tanto por tu labor en La Seña como por tu literatura humorística?

ARAMÍS. Pela, esa pregunta me obligaría a meterme en el famoso personaje Modesto Humilde Sencillo, y no lo tengo bien ensayado. Además, eso de destacarse, o no destacarse, lo determinan siempre otros, cuando ya hay una perspectiva. Y por lo general, a esas alturas el interesado ya no está, así que no va a alegrarse o deprimirse. Soy consciente de lo que hice, pero no de cómo se podrá ver en perspectiva. Esto vale para el humor, y para todo el trabajo literario.

PP: Es lógico que evadas responder. Pero no es necesario hablar de futuro para saberlo. Si estás consciente de lo que hiciste y lo comparas objetivamente con el pasado, con la historia del humor cubano, podría darte luces de que en esa historia estarás por derecho propio. Pero sigamos en lo personal. Después de publicar el libro de la Historia de la Seña, el de los guiones del repertorio de La Seña y el de cuentos humorísticos, ¿tienes otros proyectos en mente, tanto de humor para adultos como para niños?

ARAMÍS: Tengo engavetadas algunas novelas para niños en las que hay bastante humor. Cuando las publique veré si debajo de ellas había algo en mente.

PP: ¿Qué te gustaría hacer dentro del humor que no hayas hecho hasta ahora?

ARAMÍS: Si fuera para la escena, sería algo como el humor de La Seña, pero quizás con más absurdo aun, y con más reflexión, sin dejar de ser lúdico.

PP: Voy a cerrar esta entrevista con una pregunta que a casi todo el mundo le hago: ¿se te ocurre una pregunta que deseaste te hubiera hecho? Y si es así, ¿puedes responderla aquí y ahora?

ARAMÍS: Podías hacerme la clásica pregunta de si soy optimista o no. Y sí, Pela, definitivamente soy optimista, aunque no creo tener buenas razones para ello.

Bueno, como diría Einstein, gracias por el espacio-tiempo que me has dedicado. Comprenderás que tuve que implicarte en algunas respuestas, por nuestra historia de humor correspondido.

PP: Ya te dije que fue un honor, un placer y una emoción compartir contigo este diáloco. Incluso creyendo saber lo que me responderías, porque nos conocemos bastante. No me despido como he hecho con otros entrevistados, porque a ti en cualquier momento te llamo o me aparezco en tu casa.

Te quiero siempre.

Copyright © Pepe Pelayo. Publicado en Humor Sapiens con el permiso de su autor. Reservados todos los derechos.